Sonora Queherida
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Sonora QueHerida es un colectivo cultural formado por artistas sonorenses preocupados por el quehacer artístico y social de la comunidad, en el cual convergen todas las expresiones de las bellas artes enfocadas en un sentido de compromiso comunitario.
Amigos de La Pambacería, mañana sábado 6 de julio es día de pan. La deliciosa barra de pan con leche, mantequilla y miel, ideal para sandwiches o acompañarlos con comidas saladas o dulces.
Y también tendremos las riquísimas trenzas de mantequilla rellenas de dátil o nuez.
Ya pueden hacer sus pedidos para recoger en nuestra ubicación o se lo llevamos a domicilio con un mínimo cargo extra.
662 459 6719
El colectivo Cultural Sonora Queherida se complace en reconocer el talento de la maestra:
ESTHER M. GRACIDA
Del Color de la Ceniza
Fragmento
Dánae trabajó las veinticuatro horas, los siete días de la semana, los trescientos sesenta y cinco días del año por años para conseguir este puesto. Se había perdido reuniones, cumpleaños, bodas, despedidas, hasta el primer cumpleaños de su sobrina.
A veces una voz detrás de su cabeza le decía que estaba fracasando como persona, pero se consolaba al leer el título del puesto en su gafete.
Como era costumbre, esa semana casi no durmió. Se enfocó por completo a preparar una reunión con un cliente muy difícil, en donde ella sola tenía que hacerse cargo por completo de la presentación del material.
Era de noche y se encontraba en el estacionamiento de los departamentos en donde vivía. Con una red sujetó su maleta con la computadora portátil y los documentos de la presentación en la maletera, junto a su valija de viaje. Iba a tener que manejar toda la noche para estar en la madrugada en el hotel, ducharse e ir a la junta a primera hora. Todo ese esfuerzo valdría la pena cuando regresara con el contrato firmado para su jefe.
Se subió al carro y puso a andar el motor. Revisó que pudiera ver bien en todos los espejos retrovisores y de que ninguna señal de descompostura se iluminara en el tablero. Aunque pecaba de descuidarse a ella misma por tanto trabajar, siempre llevó su auto al servicio antes de cada salida a carretera, porque en su oficina acostumbraban a mandarla a otras ciudades a ver a los clientes.
Se recargó en su asiento con la intención de aprovechar ese pequeño momento de tranquilidad. Sus ojos se fijaron en el parasol en donde tenía la calcamonía de un trébol, un regalo que su vecina, la señora Emma, le dio. Una amiga suya le contó que daban buena suerte y, como no le gustaba que la joven manejara tan seguido de noche en la carretera, se lo obsequió como amuleto.
Suspiró y se reacomodó en su lugar para manejar. A llegar a donde estaba el letrero de “¡Vuelva Pronto!” cambió las luces a altas y subió por el puente que daba a la carretera que debía tomar. Los ojos le dolieron al ver los brillos de los autos al pasar del otro lado. La cabeza le retumbó del cansancio y del estrés. No ayudó que los camiones de carga pasaban enseguida de ella, por el carril de alta velocidad, como si fueran autos pequeños.
Quiso no darle importancia y tomó un sorbo de su café. Luego, prendió el estéreo y puso su playlist de música rock para mantenerse despierta. Iba cantando los estribillos a todo pulmón y golpeaba descoordinada el volante de vez en cuando como si fuera una batería. Dejó de hacerlo porque se le ocurrió aprovechar el tiempo con cosas del trabajo, así que pasó mentalmente todo lo que tenía que hacer al llegar y lo que diría en la presentación, sin olvidar sonreír en todo momento. Punto importante de la lista, evitar hacerlo de más porque no quería hacer pensar al cliente que estaba escondiendo algo.
Practicó la sonrisa, a veces se levantaba un poco para usar el retrovisor. No, pensó, con esa mostraba mucho los dientes. Esa tampoco, porque se le olvidaba sonreír con los ojos y tenía que verse sincera. No recordó la última vez que lo hizo de manera natural al hablar con alguien por el gusto de sonreír, de esas
veces que ni siquiera te das cuenta de que lo estás haciendo. Se acostumbró a tratar todo el día con personas que no merecían se fuera amables con ellas, aunque tenía que, en su caso, bajar la cabeza y recibir todos los comentarios, como si le estuvieran haciendo un favor el tratarla con la punta del pie.
Se acomodó el copete e inhaló hondo para practicar todo el discurso; inició con su presentación personal, no debía omitir el apretón educado y solemne de manos, la mirada fuerte y decidida, seguido de las gráficas y el por qué valía la pena invertir con ellos. Habló de vez en cuando con ademanes de mano sin soltar por completo el volante. Al terminar se felicitó por tan buen trabajo e hizo una dramatización chistosa de ella en donde entregaba el contrato firmado a su jefe.
Le subió al volumen del estéreo a una de sus canciones favoritas de rock de los ochenta sin apartar la vista del frente. Vio al fondo unas señalizaciones de que habría una curva y desaceleró para poder hacer la vuelta. Al hacerlo notó que las señalizaciones brillaban con más intensidad y se percató de que la calle estaba bastante iluminada, con la sombra de su carro en el asfalto.
Intentó distinguir por el retrovisor qué era y sólo divisó unos focos muy grandes y cercanos, bastante, casi pegados a su cajuela. Por el sonido del claxon se dio cuenta de que un camión de carga la apuraba para que se moviera del carril, en lugar de cambiarse al carril izquierdo para adelantarla. Al ver que Dánae no cedía con la rapidez que él esperaba, se movió al carril izquierdo de forma brusca. La joven bajó el sonido de su radio justo cuando pasó a un lado suyo, sintiendo la fuerza del viento creado por la rapidez del vehículo por su costado, el cual se resistía a la vez con el cerro que había del lado contrario de la calle. El camionero hizo una vuelta cerrada por enfrente de ella en la curva. Sintió como perdía el control de todo y su única reacción fue el intentar frenar; al hacerlo la fuerza le creó tensión en la parte de atrás de su cabeza y una voz en su mente gritó.
—¡Cuidado!
Esther M. Gracida, Nació en Sonora, México. Se graduó de la carrera de Arquitectura, la maestría en Administración y del Programa de Formación Literaria del Gobierno del Estado de Yucatán, México, programa apoyado a través de la Secretaría de la Cultura y las Artes (SEDECULTA) y la Secretaría de Cultura. En el 2016 participó con su equipo en la primera edición del Pitch Room de Cartoon Network, en el Creativa Fest de la Ciudad de México. En el 2018, junto con la escritora Tania Rocha, representó al estado de Sonora en la 38va Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) en la Ciudad de México. Ha publicado diferentes libros, en los que se encuentran: Los libros ilustrados para niños Zarigüeya (2015) y su versión en inglés Sari (2017). Las novelas de ficción para adolescentes y adultos Del Color de la Ceniza (2016) y De Quién fue la Idea (2019). Los cuentos ilustrados de terror cómico para adolescentes y adultos, junto con la escritora Majo Domínguez, Mary Sew (2017) y Mary Sew 2 (2019). Y la novela de ficción Máscara Centelleante (2020). También ha hecho ilustraciones para libros, así como las portadas de varias publicaciones y se ha encargado del diseño editorial de distintas revistas y libros. Trabaja como Narrative designer en Black Skull Studio, como maestra en el Centro de Talleres Artísticos, Monicacos, es miembro de los Escritores de Sonora, A. C., promotora de lectura en el Programa Nacional Salas de Lectura de la Secretaría de Cultura de México y, con la escritora EramosE, tiene el proyecto Ideas Creativas Azúcar Amargo.
Responsables de la publicación: Maritza Rivera y Ernesto García Núñez
E-mail: [email protected], [email protected]
En el mes de julio el Colectivo Cultural Sonora QueHerida extiende su reconocimiento al maestro:
José Ismael Serna Hernández
:tengo una ceiba en el pecho
en cada una de sus ramas anidan
las aves de mis sueños
:ha crecido el árbol desprovisto de límites
y sus óseas raíces crecen hacia el exterior de mí
:en el día (distraído por las querellas de la rutina)
no me percato del latir de sus brazos
pero al atardecer
cuando los pájaros retornan
a la morada de mis manos
sus cantos marchitan mis ojos
vuelven negros y despeluzados
sus plumas caen sobre la cabellera
de las horas y la noche se alarga
tras un río de cantos
a una patria injusta que los destierra
brincan insomnes
en medio de un temor
por el hogar de tu cuerpo
y casi intactos despilfarran
sus lágrimas
:el sabor de la noche y el plumaje
del recuerdo cambian constantemente
con el viento y no preciso
la imagen exacta de tus manos
o el instante justo de la esperanza amada
:el amanecer casi arranca las
últimas páginas del puerto
y en esa temprana hora los pájaros
hacen temblar mis ojos
y desaparecen tras los dedos
de la luz en las persianas
:sé en ese golpe de vida al despertarme
que mi cuerpo se ha acostumbrado
a estos arbustos evocativos
que como relámpago incendian mis pensamientos
y de momentos florecen
pero también secan las playas de la felicidad.
:crecí en un pueblo que siempre fue más grande
que mis pasos
donde sus espectros reían
tras las paredes hendías de adobe y cal
“la sangre en llamas de iscarías son dioses del deseo”
—se alimentan de los ciervos y las ninfas—
(duermen cerca de nosotros)
“justo detrás de los adoquines”
(murmuran quebrantados como presentimiento a la puerta del pecho que nunca llega)
:—sacuden las cortinas— arañan las puertas
plateadas de la noche
(entonces) sus ciclópeas bocas de plomo
comen de las pesadilla
cubren con diademas las horas
José Ismael Serna Hernández, Cd. Obregón, Sonora. 1982. Licenciado en Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Maestro en Educación por la Universidad del Valle de México. Mediador del programa de Salas de Lectura de la Secretaría de Cultura, certificado por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Sonora, 2009, con el poemario Tu Boca Mía (ISC, 2012) premio otorgado por el Instituto Sonorense de Cultura. Fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora en la categoría de jóvenes creadores en el periodo de 2009-2010. Obtuvo el premio del Concurso del Libro Sonorense 2018 en el género de Poesía, con el trabajo titulado :forma de olvido (De otro tipo, 2020) , premio concedido también por el Instituto Sonorense de Cultura.
Responsables de la publicación: Maritza Rivera y Ernesto García Núñez
E-mail: [email protected], [email protected]
En junio le damos la bienvenida al verano y en Sonora Queherida le damos la bienvenida y nuestro reconocimiento a la maestra:
SYLVIA MANRÍQUEZ
Reinicia la historia
Fragmento
Las ventanas de la casa
se asoman para verme
con sus brazos de cortina
juegan a despeinar las canas.
Recibo el olor a pan
con el candor de la nueva
infancia madura, porque
la última puerta espera.
Pasos ligeros de ayer
hoy de huellas arrastraditas,
siguiendo relojes sin manecillas
porque no apura llegar.
Aún es tiempo de
de montar en bicicleta
recorrer todos los caminos
de las historias narradas.
Cruzar por la ropa tendida
al sol y descubrir charcos
que ahuyenten la monotonía:
la última aventura de vivir.
Con la mesa vestida de fiesta
transmutar medicina en manjares;
las oraciones guían el alma,
no es tarde aún.
La silla, el gato, los secretos
la frazada de la abuela
ahora huele a mi presente.
Salir de viaje
sin dejar la casa,
Irse de a poquito,
soltar el sombrero.
En papel de arroz
abandonar las preguntas
que nadie sabía responder.
Las gafas adivinan gestos,
en voz bajita
se comparte
azúcar y sal.
El diario, el televisor,
el librero, las macetas,
la foto familiar antes
de que fuera foto.
Los lentes,
la taza y la cuchara,
el sabor a futuro
en galletas de avena
y pastel de ciruela.
Extrañaremos la casa
soñar con ríos y montañas.
Darle la vuelta al mundo,
regresar cargados de historias
de aventuras que nadie escuchará.
Alguien tocará nuestra música,
y narrará las noticias
impresas en el diario.
Liberará los secretos
que creímos esconder
en un bastón cuerno de unicornio.
Aquí estoy,
reparando el presente
catando el futuro
honrando al ocaso
habitando poco a poco
el olvido que seremos.
El libro del vivir reinicia la historia…
Sylvia Teresa Manríquez Ochoa, Navojoa, Sonora. Comunicadora, periodista, escritora. Desde 2009 Mediadora de Lectura del Programa Nacional de Salas de Lectura. Autora de los libros Mujer en Piezas crónicas, 2011, editado por Minilibros de Sonora; Escape en tres tiempos, 2019, de la editorial Tintanueva; y Voltear la hoja, 2023, de Editorial MamboRock. Es integrante de Escritores de Sonora AC, ESAC; donde ha tenido los cargos de tesorera, vicepresidenta y presidenta. También es integrante de la Cooperativa Voces Sonoras. Produce y conduce el programa De Letras Corazón, de Radio Sonora. Integrante del Consejo Estatal de la Cultura y las Artes del Estado de Sonora, CECAS. En 2016 recibió reconocimiento por parte de la Universidad de Sonora como escritora. El Senado de la república le otorgó el Premio Nacional a la Trayectoria en Comunicación 2016. En 2019 recibió el Reconocimientos a la Trayectoria Profesional por el Club de Periodistas Primera Plana. En marzo de 2023 el Ayuntamiento de su ciudad natal, la Escuela de Escritores del Mayo, la Compañía Cultural Sin Fronteras y Letras Violeta, le otorgaron reconocimiento por su aportación a la cultura sonorense. En junio de 2023 ganó el Primer Premio Nacional de Poesía Alicia Acosta.
Responsables de la publicación: Maritza Rivera y Ernesto García Núñez
E-mail: [email protected], [email protected]
Continuamos con los reconocimientos a los hacedores de las letras en nuestro estado, y en este mes de mayo toca el turno al maestro:
Miguel Ángel Aispuro Ramírez
Minotauro
¿Y qué habría pasado
si hubiera encontrado el hilo dorado
antes que el fulgor de una espada?
La hubiera seguido, camino
hacia ambos lados inequívoco,
dos salidas permanentes del laberinto:
mi sangre empañando el brillo del metal,
mi sangre empañando el brillo de la vida.
La reverberación del sol,
la reverberación del arma.
Primera y última luz. Definitiva.
¿Qué haría perdido en Creta,
estaría más perdido que antes?
Ebrio de luz...
en un deambular fastidioso
por empedrados azares
y fatuos albedrío
Y murallas...
murallas... invisibles, trashumantes.
Libertad que se retuerce hasta las cadenas.
Y una alternativa:
errar a través
de una ola coronada de espuma,
de la esperanza desbaratada entre la marea,
reinterpretarme en una alada quimera
sobre los restos de un sueño aniquilado.
Ícaro... y un poco de cera.
Alzarme monstruoso al cielo…
¿Qué habría pasado entonces, Teseo?
¿Seguiría yo recorriendo laberintos?
Mariposas de polvo
[Psicofonía grabada en una biblioteca
esotérica privada]
Es como si las estuviera viendo: las cartas, como un móvil infantil pendiendo sobre la cuna de un bebé, sostenidas en el aire. Arcanos mayores y menores, algunos mostrando el reverso y otros invertidos. Mis ojos vivos se desvelaron hasta la muerte recordando la precisa ecuación que englobaba su caída en cámara lenta.
Aquella tarde estaba llena de presagios; un oscuro símbolo se trazaba en las nubes en espiral y el viento dibujaba letras con hojas muertas. La temperatura y la humedad sostenían una numerología siniestra. Ninguno de mis pasos ese día era menos cabalístico.
La gitana me llamó con el misterio ensayado de su voz. Nunca creí en charlatanes; la complejidad del cosmos no necesitaba de intermediarios para dictar sus mensajes. Insistió en leer mi mano y mi sonrisa despectiva quizás le descubrió que no habría misterios en mis líneas que años de contemplación y cálculo no me hubieran dicho ya y que ella sólo podía aportar falacias u obviedades. Sacó las cartas del tarot y me reí de su simpleza, de las limitadas interpretaciones de tres cartas escogidas. Sin embargo llegó la ventisca.
Los tres montones de cartas se dispersaron al aire y durante un segundo todas se sostuvieron encima del piso. Fue un segundo maravilloso, y supe que mi vida, toda mi vida fue trazada en la circunvolución de las cartas de tarot en su caída sostenida.
Caí de rodillas, llorando. Sabía también, en el fondo, la magnitud de mi condena. La profecía de mis ojos devorados por anticipados insomnios y por la fiebre de cálculos infinitos. Y de un mar de cuatro colores anegándolo todo.
Encontraron mi cuerpo meses después en mi cuarto de estudio. Parecía atrapado en la guarida de una araña inmensa: toda la habitación estaba surcada por hilos rígidamente dispuestos sin otra función que permitir la manipulación de pequeñas cartas atrapadas como moscas. Morí en el esfuerzo febril de recrear aquella suerte de tirada.
Morí entre los papeles arrugados en el suelo, hambriento, insomne, desesperado. Y temiendo que de haber concluido mi obra, fuera un esbozo críptico de mis noches en vela y la exacta posición de la carcasa podrida de mi cuerpo.
Desde entonces vengo aquí. Recorro interminablemente los pasillos de esta biblioteca esotérica. Busco un ejemplar al azar, el más cercano al borde del estante, el menos apretado por los ejemplares a su lado. Y paso la noche concentrado en deslizarlo. Sé que caerá, aleteando, como una efímera mariposa de polvo. Revelará una página casual de un saber arcano. Y el destino dictará si es un fraude o una perla. Y el mismo destino terrible propondrá que caiga con las páginas vueltas hacia el piso, negándomelo. He desfallecido en el cálculo de las noches que me serán necesarias para encontrar una página imprescindible.
Pero seré libre, de alguna manera. Lo presiento; seré libre con la misma probabilidad de Shakespeare emergiendo en una eternidad de monos infinitos en máquinas de escribir…
Miguel Ángel Aispuro Ramírez, Durango, 1982. Es un poeta y narrador que habita en Hermosillo desde hace más de treinta años. Es Licenciado en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Sonora. Su libro de relatos Carne tan frágil ganó el Concurso del Libro Sonorense en el 2014. Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora (2015-2016) con el proyecto poético La espiral. Fue reconocido con el premio Edmundo Valadés 2017 en la categoría de cuentista con trayectoria. Ha ganado el Concurso de Relatos de Fantasía, Terror y Ciencia Ficción de Noviembre Nocturno el 2018 y el 2022 con “La balada de Ilrem” y "El sitio de mi muerte", respectivamente. Tiene el honor de ser uno de los elegidos para conformar el Atlas Negro, la antología coordinada por Álvaro Aparicio, que próximamente se reeditará en España. Obra publicada: Icaria (UNISON, 2001), Ceniza a la ceniza (UNISON, 2012; KDP, 2020), Carne tan frágil (ISC, 2015; KPD, 2020) y Nekyia (ISC, 2019; KDP, 2020).
Responsables de la publicación: Maritza Rivera y Ernesto García Núñez
E-mail: [email protected], [email protected]
En este mes de abril nuestro reconocimiento a las letras sonorenses va para la maestra:
Sylvia Arvizu
Don Ramiro
En memoria de
Don Ramiro Pérez Moreno
1946-2022
Llega a donde quiere, con paso lento, cansado, pero de que llega llega. Nunca ha querido el bastón. Al contrario, cada vez que se le atraviesa en su camino, lo hondea con tal fuerza que sale volando y se estrella contra algo. Está fuerte, por su corazón no por sus años. En menos de tres meses logra armar una cuatrimoto con puras piezas que le van regalando. Así es Don Ramiro, le cae bien a todos a donde llega. Le abrazan, le sirven café, o un trago, lo primero que llegue.
Más de treinta años entregados al campo. A podar la vid. Formar la rama. Entrenar el racimo y cosechar el fruto. Las manos más morenas que el resto del cuerpo. Porque usa manga larga y gorra, pero nunca se pone guante para el corte ni la poda. Que no se siente si la uva revienta o no dice, y sus líneas son las más fructíferas siempre.
Como potro desbocado, ocúrresele un día brincar desde arriba del tractor para desatorar la cinta. Que se enreda en la rastra, que vale más que la quite por que los chamacos de ahora no saben, dice, estos puro juego. Y cae directo al estribo, y cae con el pie que se le falsea, y cae sin poder levantarse. Rápido corre todo el mundo a socorrerlo. Los mayordomos, los peones, los ingenieros. Pero Don Ramiro ya tiene el pie volteado para donde no va.
Por eso camina con una pierna renga. Por eso lo mandan a la banca. De ahora en adelante Don Ramiro podrá -si quiere-ser velador, o portero, o vigilante. Pero no podrá andar en los surcos nunca más, le dicen. No termina de escuchar la frase cuando el ya siente su corazón deshecho. Don Ramiro no puede creerlo, es más nunca se lo cree, pues sigue pasando por el represo, rodeando la uva en su cuatrimoto con llantas de batanga para poder seguir respirando. La huerta es mi vida, no puedo alejarme les grita a los jefes cuando lo corren, y digamos que en el fondo lo comprenden, pues se hacen de la vista gorda y de lejos lo dejan ser.
Vale más de lejos que nada dice Don Ramiro, quien llena su corazón vacío con el aroma de la vid que crece. Don Ramiro intenta una y mil veces ser pensionado, que a sus setenta y seis ya no va a disfrutar de su retiro alega, pero los trámites no le favorecen, y de nuevo a la espera de su pensión, su única meta pendiente.
Don Ramiro es el primero en la fila de la vacuna ahí en el tejaban grande del ejido. Las enfermeras, rendidas a su encanto, lo vacunan, pero también le celebran las mil y una aventuras que Don Ramiro tiene de sobra. Sobándose el hombro con una torunda don Ramiro camina hacia su moto, con su frase favorita: yo me siento bien, por eso quiero mi pensión ahora para disfrutarla si no pa’ que. Por eso vine a vacunarme, porque quiero vivir, pa disfrutar lo que me quede, porque yo me siento bien repite mientras acelera su moto amarilla hechiza, con un bastón de madera olvidado, colgado de un lado.
Don Ramiro cobra todos los viernes a mediodía. Puntualito. Le pide siempre de favor a quien ande cerca, le ayude a sacar su dinero del cajero, casi no ve los números y a las computadoras le sabe poco. A mi denme un tractor, un machete, unas pinzas dice, en eso nadie me gana. Y se sube en su cuatrimoto y sin freno ni pausa se va al poblado Miguel Alemán a comprar mandado. Y compra fruta, verduras, leche. A comer sano, dice, para vivir bien. Mírenme a mis setenta y seis y entero. Y con una mano maneja y con la otra carga la bolsita cuadriculada del súper perdiéndose de nuevo en la vereda que lleva al ejido. Ayer, muy de madrugada Don Ramiro empieza a toser y tiene mucha dificultad para agarrar aire. Pero se niega a ir al seguro. Yo me siento bien dice, y ni siquiera se quiere mover de su cuarto. Ni las vacunas, ni las frutas le sirven de nada. El Coronavirus no le da tiempo ni de respirar. Literal, en pocos minutos, así, sin más, don Ramiro se duerme para ya no despertar.
Es viernes y los vigilantes de las huertas se han de preguntar por qué no se ha oído la moto de Don Ramiro merodear por los surcos. Ya no ha de tardar se dicen entre sí. La mujer que atiende el cajero justo a medio día busca a lo lejos entre los árboles la silueta de don Ramiro, pero ni sus luces. Se le va a hacer tarde para ir al mandado, piensa para sí misma, se ha de haber quedado platicando por ahí sus aventuras.
En el ejido, la moto amarilla con llantas de batanga espera estacionada afuera del jacal de Don Ramiro. La fruta en la mesa. El bastón en el suelo y Don Ramiro con paso lento, de seguro llegando al cielo.
Sylvia Arvizu, nació un soleado día de junio de 1978. Comunicóloga de carrera, escritora. Autora de cuatro libros: Breve Azul (ed. La cábula 2008), Mujeres que matan (Nitropress 2010) y Las celdas rosas (Nitropress e ISC 2017) y Morir de Tiricia y Carcelazo (CLS 2021 Y Nitropres). Inicia su ejercicio literario a partir de su reclusión. Cierta de que los muros están de paso, se adueña del concurso nacional “José revueltas”, el premio Inter penitenciario más importante del país, ganándolo incontables veces, así como en tres ocasiones su equivalente en dramaturgia y poesía. Ha colaborado con publicaciones en distintos medios como Milenio, Vice, Replicante, Spleen Journal y Paso de Gato, así como en varias antologías nacionales y tres documentales. En 2017, con su dialéctica intramuros se rebela al encierro de la mente y gana el concurso del libro sonorense en el género de crónica estando en reclusión. A partir de que sale libre el mundo entero se encierra. Imparte charlas a distintos públicos y en diversos medios promoviendo la cultura como herramienta para la reinserción, como la opción más ética y estética posible de reintegrarle al individuo su carácter humano. Actualmente escribe editoriales para Radio Sonora, se desempeña en recursos humanos en campos agrícolas y redescubre la vida con Macumba, una perrita mas que rescatada, rescatista, quien le está enseñando a ser libre de nuevo.
Responsables de la publicación: Maritza Rivera y Ernesto García Núñez
E-mail: [email protected], [email protected]
Llega el mes de marzo y con el nuestro reconocimiento al maestro:
José María Ruíz Cuevas
Eliminando recuerdos
Fragmento
La imagen era nítida y persistente. Ella se encontraba en su habitación acostada sobre la cama. Tenía siete años de edad. Era la hora de madrugada en que algo la despertaba, no sabía bien qué era, pero se había acostumbrado a sobresaltarse a la misma hora casi todas las noches. De pronto una figura de un hombre adulto se introducía al cuarto y se recostaba junto a ella. Entonces iniciaban las caricias y los susurros amenazantes. Un miedo atroz le recorría la espina dorsal, le paralizaba el cuerpo y le impedía gritar.
Dimitra vivía con este recuerdo que, al evocarlo, siempre la dejaba con una desazón y un sentimiento de culpa que le secaban la boca y la perturbaba por largos momentos. Pero en los últimos meses la recurrencia se había incrementado y se despertaba de madrugada, bañada en sudor, a mitad de una pesadilla en la que imágenes de sombras violaban una y otra vez a aquella niña que era ella misma. En el sueño veía su propio pequeño rostro con unos ojos tan grandes que parecían salirse de sus cuencas.
Actualmente tenía un esposo al que amaba y era plenamente correspondida; tenían una hija adolescente quien era su razón de vivir. Dimitra era una reconocida experta en programación y trabajaba a distancia para una empresa aeroespacial. Ya habían pasado treinta años desde aquellos terribles hechos que marcaron su vida. Durante su juventud creyó haber superado este episodio, pero se dio cuenta de que la herida seguía abierta como si todo hubiese ocurrido la noche anterior. Buscó ayuda. Tuvo interminables sesiones de psicoterapeutas para eliminar estos recuerdos, pero sólo se iban por algunos meses y las imágenes regresaban con mayor fuerza. También acudió a terapias de medicina alternativa como biomagnetismo, iridología, acupuntura, reflexología y sesiones de hipnosis profunda. Nada le había funcionado.
Esa mañana, después de haber vivido una vez más la pesadilla, recordó una pequeña tarjeta que le había dado un especialista quien la trató médicamente por un tiempo sin resultados exitosos, el cual le dijo al entregársela discretamente: “Toma, por si alguna vez lo consideras necesario.” Le había extendido la tarjeta de presentación de una compañía encargada de eliminar recuerdos. Era algo todavía nuevo en aquel país primermundista. Existía mucha investigación al respecto, pero los ciudadanos comprendían que había algunos riesgos al someterse a dicho tratamiento.
Después de pensar mucho sobre el tema, llamó a la empresa y sacó una cita para el día siguiente. Por la mañana se levantó con una espantosa jaqueca. Había tenido la misma pesadilla, provocada por el ma***to recuerdo de aquellos lejanos hechos. Sin comunicarle a nadie de su familia sobre lo que pensaba hacer, se presentó a la hora acordada en la empresa Eliminando Recuerdos. Una afable señorita, equipada con una perfecta sonrisa y con un juvenil rostro cuidadosamente maquillado, la recibió amablemente y le entregó una revista que ilustraba los servicios que allí se proporcionaban.
Tomó la revista con cierta desconfianza. En la portada vio una fotografía de una pareja tomados de la mano que reflejaban una felicidad inigualable. Hombre y mujer, en la imagen, sonreían a plenitud. Al pie de la foto se leía: “¡Olvídese de los malos recuerdos! Aquí le proporcionamos la tranquilidad que usted necesita. Conserve sólo aquellos recuerdos que lo hagan feliz. ¡No tiene que sufrir! Extirpamos sus malos recuerdos con una precisión nanométrica y sin dolor alguno. ¡Pregunte a nuestros asesores!”
Dejó la revista en la mesa de centro con cierto nerviosismo. En un breve lapso fue llamada por la recepcionista y pasó a un impecable consultorio de blancas paredes.
Detrás del escritorio se encontraba un joven que mostraba una amabilísima sonrisa al tiempo que se presentaba como el neurólogo especialista en eliminar aquellos nefastos recuerdos.
Dimitra le comentó el motivo de su visita. El joven médico le realizó una breve entrevista y la pasó a la Cámara de Exploración de Recuerdos. La recostó y le conectó algunos electrodos que fijó al cráneo de la mujer. Le informó que se haría una prueba para verificar si era una candidata para someterse al tratamiento. Le pidió a Dimitra que trajera a su memoria ese recuerdo que tanto la perturbaba, mientras él veía en una pantalla la imagen del cerebro en la que aparecían destellos de variados colores en ambos hemisferios.
Después de quince minutos de revisión, el médico, sin ningún asomo de duda, arrojó su veredicto: “Usted sí es candidata para someterse al tratamiento. Considérese una afortunada. Si gusta llenamos el papeleo necesario y hoy mismo le solucionamos su problema”. La mujer leyó un breve contrato en el que se eximía de responsabilidad a la empresa y venía el costo total de la intervención. Y en la cláusula final se informaba: “Si después del tratamiento usted se arrepiente, le devolvemos sus recuerdos dentro de las cuarenta y ocho horas posteriores a la operación.
José María Ruiz Cuevas, originario de Ciudad Obregón, Sonora. Es Licenciado en Ciencias de la Educación. Ha participado en actividades de fomento a la lectura como mediador en el Programa Salas de Lectura de la Secretaría de Cultura. Actualmente es coordinador del Taller de Lectura de Poesía “Después del Café”. Es miembro de Escritores de Cajeme A.C. Es autor del libro “La Caverna y otros relatos” publicado en 2016. Impartió en 2017 el Taller “Lectura y análisis de la novela Pedro Páramo” en Biblioteca Pública Jesús Corral Ruiz. Participante del Encuentro Estatal de Cuento Edmundo Valadés del 2016 al 2022. En 2022 impartió el Taller “Lectura y análisis de textos de Julio Cortázar” en la Escuela Normal Superior de Obregón. Es miembro de la Agrupación para las Bellas Artes (APALBA). Fue finalista del Premio Ariadna de Cuento 2021. Actualmente es coordinador del Café Literario de Universidad La Salle Noroeste.
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Nané Mandas * Arte meditativo * Pintura sobre madera, piedras y más * Decoración de espacios Hecho a mano con amor �
San Judas Tadeo
Hermosillo, 83177
somos un grupo de pescadores aficionados de Sonora